El debate público sobre la neutralidad en la Red es un asunto candente en la actualidad en todos los países desarrollados. En España, en Estados Unidos, en Japón, en Noruega, en Italia. En todos.
Los países del primer mundo ven el problema de la neutralidad en la Red como una limitación al acceso a servicios en condiciones de libremercado. Pero son los países en desarrollo los que resultan más vulnerables a la segmentación de usos y de servicio en Internet.
En estos países no existen los medios, ni las herramientas, ni siquiera las legislaciones específicas o los intereses sociales que les permitan ofrecer una respuesta que requiere la complejidad de Internet y sus desafíos.
Sólo hay que echar un vistazo a los datos de acceso para ver la diferencia abismal que existe en ambos mundos, entre los internets del primer y del tercer mundo, por ejemplo, en sus accesos. Así, en Venezuela cuesta tres veces más acceder a una tarifa plana para conectarse a Internet que en Estados Unidos.
Aún más, conectarse a un proveedor de servicios de Internet de banda ancha puede significar priorizar unos contenidos por encima de otros, contenidos nacionales que puede que no estén en consonancia con los intereses de los usuarios de los países menos favorecidos.
Ugandas
En este sentido, ¿qué puede interesar de unas ventas de productos de alta tecnología en Amazon a un ciudadano de Uganda con problemas de suministro eléctrico y dificultades para acceder a Internet?.
Por esta razón, no es difícil de imaginar que en algunos países del tercer mundo los accesos de banda ancha sean vistos más como un problema que como una ventaja porque las mejoras en los accesos en la red sólo para unos pocos puede significar perjudicar a los que sólo pueden pagarse una tarifa plana. Usuarios que no son rentables para la compañía que proporciona servicios.
Así se deconstruye la neutralidad en la Red en los países en vías de desarrollo. Un Internet sin sentido con dos velocidades para el Tercer Mundo.