Parece que hablar de neutralidad tecnológica es un término utópico y que las grandes empresas tienen el control sobre el uso que utilizamos de la tecnología. Sin embargo, esto no puede ser así nunca y hay que seguir trabajando por conseguirla. A pesar de todo, parece que un sentimiento de resignación en este aspecto, entendemos como lógico que una empresa como Microsoft o Apple nos «obligue» a utilizar su tecnología sólo porque hemos comprado su sistema operativo. Esto, está muy alejado de lo que debería ser la realidad.
Para explicar esto no hay nada mejor que verlo con un ejemplo. Imagina por un instante, que las carreteras que construye el Gobierno, las cuales son posibles
gracias a que se financian con los impuestos que pagas, sólo permitieran circular a coches de determinada marca. Sin lugar a dudas se trata de un escenario inaceptable pero que sin embargo estamos acostumbrados a verlo en el ámbito tecnológico dentro de la empresa pública y lo aceptamos con normalidad.
Por poner un ejemplo adaptado a la empresa pública donde la neutralidad tecnológica queda menospreciada, es tan sencillo como echar una mirada hacia la Hacienda Pública. Hasta no hace mucho, poder utilizar el programa de la Renta obligaba a utilizar el sistema operativo Windows de Microsoft. Su compatibilidad con otros sistemas operativos como Mac o Linux era inexistente.
El motivo es que era necesaria una tecnología para acceder al programa la cual era propiedad de Microsoft. Esta obligación es inaceptable por una sencilla razón, estamos hablando de que para acceder a una información pública de un ciudadano, el Gobierno está obligando a tener que pagar una licencia a una empresa privada. De esta manera, si un usuario había pagado ya otro tipo de licencia o utilizaba un software libre no tenía acceso a unos datos públicos que eran suyos, de ahí, la importancia de la neutralidad tecnológica.